jueves, 14 de mayo de 2009

Maldita primavera



Estuve durmiendo hasta el día siguiente al mediodía. Lo primero que vi al despertarme fue a Lola, anudándose las trenzas y repasándose con un rotulador rojo las cicatrices de la piernas frente al espejo del armario. Lola creía firmemente en el método stanislavsky, pero era la Frida Khalo de pega más inverosímil que pudiera imaginarse, alta, rolliza, rubia, alemana… Lo único en lo que se le parecía era en la manera en que le atizaba al tequila.

-Buenos días, mi pintor de brocha gorda –me dijo, con un retintín beodo y arqueando su ceja postiza en dirección a mi erección matutina, al tiempo que le daba un buen lingotazo a su inseparable botella, y yo me di cuenta en ese momento de que para que el despropósito fuese completo a mí, que era un tirillas, me iba tocar hacer del gran –en todos sus sentidos– Diego Rivera.

-Hoy vamos a ir al Palacio Nacional- corroboró la voz de la teutona, asomando la cabeza desde el baño, desde donde llegaba el ruidito de un hilo de orina golpeando el agua del retrete-, para que veas el mural que hay en una de las paredes. Es algo impresionante.

-Pero primero comemos en ‘La casa de los azulejos’ y hablamos de la película- dijo el pornógrafo que estaba sentado en un sillón a mi derecha, cortándose las uñas de los pies.

¡Dios mío, parecíamos una familia! Bueno, ellos de hecho lo eran, la familia Monster, pero yo no, no me apetecía nada acostumbrarme a sus rutinas, acostarme con mi madre o salir a la calle con sandalias y calcetines de monte. Que me tirara a su hija, delante de sus narices, no significaba nada, no nos convertía en nada. Así que esperaba que hubieran reservado otra habitación en el hotel para mí solo.

Me alegró oír, eso sí, que me contarían algo sobre la película, pues pensé que sería un buen momento para preguntarles qué papel tenía Janis en ella y cuándo podría verla.

-Janis, oh, sí, bueno, todavía no le toca rodar- dijo la teutona, una vez en el restaurante, y su marido rápidamente le echó un capote cambiando rápidamente de conversación:

-En esta misma mesa almorzó en una ocasión Pancho Villa- dijo.

No se me escapó tampoco que Lola no pudo evitar un mohín entre resignado y de vergüenza ajena, que ahogó en un trago de su cocktail margarita.

Durante la comida, por lo demás, los pornógrafos me detallaron algunas de las escenas que pretendían rodar para “La brocha de Diego”, así se iba a titular la película. En realidad, como siempre, tampoco tenían una idea definida de la misma, “irá surgiendo sobre la marcha, queremos que sea un gran fresco de la vida y la historia mexicanas, pintado sobre la marcha, como la mamada que te hizo ayer Lola en el hotel”, explicaron, y de hecho allá mismo en ‘La casa de las azulejos’ tuvieron alguna idea, como el duelo de pajas.

La casa de los azulejos, que se llamaba así porque era un palacio barroco, con las fachadas exteriores recubiertas de azulejos azules, había sido testigo a lo largo de los siglos de terremotos, crímenes, revoluciones y algún que otro episodio absurdo, como cuando en una de las estrechas callejuelas laterales dos nobles entraron con sus carruajes por distintos extremos; como ninguno de los dos podía pasar ni se rebajaba a darle paso al otro, permanecieron allá durante tres días y tres noches, hasta que intervino el Virrey y ordenó que cada cual retrocediera por donde había llegado.

-Nosotros podíamos poner a dos tíos con unos pollones como trabucos, tu serías uno de ellos claro, Dick, y que estuvieran meneándosela hasta que a alguno se le acabara la munición.

En ese punto álgido del guión, yo me disculpé y me levanté para ir a al baño. Antes de entrar, atravesé un vestíbulo, en una de cuyas paredes había pintado un mural, con indios en pelotas, o con el sexo cubierto por espadas afiladas, y largas trenzas que rodeaban sus cuellos. Omnisciencia, leí, y en la parte superior vi unas manos abiertas, de las que brotaba una llamarada de fuego.

Decidí no entrar a mear, tenía que salir a la calle, sentía que me faltaba el aire, como si a mí también me estrangulara una de aquellas trenzas gruesas como cadenas, o el fuego me consumiera por dentro, algo iba a mal, era evidente, los pornógrafos me ocultaban algo, y yo quizás no quería o tenía el valor de descubrir de qué se trataba, de querer saber todo.

Eché a andar, sin rumbo fijo, me alejé del restaurante, caminé durante mucho tiempo, hasta acabar en el mismísimo ombligo del mundo, la plaza del Zócalo, por cuyas orillas estuve deambulando, entre los puestos callejeros, curioseé, sostuve entre mis manos botecitos que curaban el mal de amores, inquietantes pócimas de la santa muerte, incluso permití que un tipo en taparrabos, una especie de chamán, me purificara, meneando ante mis narices un pebetero con nopal quemado, pero nada servía para calmar mi ansiedad, todo era falso, mentira, en cuanto daba una vuelta y regresaba sobre mis pasos me encontraba con el sacerdote azteca, despojado de sus abalorios y enfundado en un camiseta con el anagrama de Nike, o a los curanderos rellenando sus tarros con hierba que arrancaban de los jardines más próximos.

¿Qué podía hacer? Tal vez ya era tarde para echarme atrás, así que, decidí entrar al Palacio Nacional, a ver el mural que Diego Rivera había pintado junto a una de las escaleras de entrada. Fue una buena idea, eso me tranquilizó un poco, el mural era, tal y como había dicho la teutona, impresionante, en él estaba el México precolombino, el de los corazones humanos ofrecidos a los dioses, y los conquistadores españoles, sus rostros terribles de color verde, como si fueran extraterrestres, o los hombres barbados de la profecía, con sus armaduras resplandecientes, sus espadas ensangrentadas y sus bolsas con monedas; y Emiliano Zapata exigiendo “Tierra y Libertad”; y Karl Marx, con la primera página del manifiesto comunista…

No quise ni imaginar qué podía ocurrírseles a los pornógrafos al ver todo aquello, Trostky arrancando con los dientes las bragas de seda de María Félix, Chavela Vargas meando cerveza michelada en el vaso de Salinas de Gortari, Moctezuma untándose el pito en un bote de guacamole y chile y ofreciéndoselo como un sacrificio humano a Yuri una maldita primavera, yo convertido en Moctezuma, en Salinas de Gortari, en Trostky, en Diego Rivera, Diego Rivera dibujando con su brocha todas aquellas escenas, o rompiendo con ella todos los huesos de su Frida, cuando no estuviera inspirado, y reconciliándose, cosiéndole las heridas con la lengua, comprándole tequila, Diego Rivera, en fin, con la picha en carne viva, escocida, recubierta de sal y gotas de limón…

No sabía si tendría fuerzas para todo aquello, estaba terriblemente cansado, desorientado. Decidí volver al hotel. Por suerte, al pedir la llave me dieron las de otra habitación distinta a la de la noche anterior. Mi propia habitación. Pero apenas me hube tumbado en la cama, llamaron a la puerta. Era Lola.

-La encontrarás en Garibaldi- dijo.

-¿Qué?

-A Janis, la encontrarás si preguntas por ella a los mariachis de la plaza Garibaldi.

Me quedé paralizado durante unos instantes, sentí que todo se detenía, la lluvia que circulaba por mis venas, la música y el ruido de motores que subía desde la calle, las balaceras en los cruces peligrosos, la lluvia ácida y la lluvia de pájaros muertos, el dolor, la soledad, dios acariciándose el sexo mientras miles de hombres y mujeres morían injustamente… Y después, abracé a Lola, y rompí a llorar. Lola también lloraba.

-¿Te importa que me quede aquí esta noche?- me preguntó


-Claro que no– le contesté.

Y se acostó en la cama, y yo con ella, pegué mi pecho a su espalda y la acaricié, sequé mis lágrimas en la arena de su piel, y le ayudé a vaciar las suyas, Lola estuvo llorando durante muchas horas, como si esas lágrimas fueran todo el tequila que se había bebido en los últimos meses, o la sangre de esa otra mujer que había fingido ser, y solo cuando se quedó dormida, profunda, reparadoramente, como una niña, yo salí de la habitación y pedí un taxi que me llevara a la Plaza Garibaldi.

3 comentarios:

pepe pereza dijo...

quiero más.

Anónimo dijo...

te este comentario para que sepas dondetienes qu ir

En esta central de resevas http://www.dormir-barato.com/site/default.asp
Tienen unos muy baratos yo la uso mucho y me ahorro un monto, lo mas importante es que es muy facil de usar. O dejo el lin para que la comprobeis.
Esta central de resevas tiene una marca facil de recordar quien decida reservar ahí podrá estar bien seguro de que los alojamientos estarán perfectamente acondicionados para su uso en particular,

Anónimo dijo...

sublime cuento, te lleva a pasear x todos esos lugares k recorrremos casi a diario sin fijarnos en nada, grs.